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Opinión

2023-01-06 10:42

2022, avance progresista en nuestra América / Adalberto Santana

La llegada a la presidencia de Xiomara Castro una nueva etapa en la historia política de Honduras.
La llegada a la presidencia de Xiomara Castro una nueva etapa en la historia política de Honduras. Foto Ap

El pasado año tuvo en nuestra América grandes avances y logros en el camino de la ruta progresista de la región. En primer lugar destacó el arribo de Xiomara Castro a la presidencia de Honduras (27/1/22), momento que inició una nueva etapa en la historia política de ese hermano país. El territorio de esa nación a lo largo del siglo XX fue usado como plataforma de las políticas intervencionistas estadunidenses en la región. Recordemos que la patria de Francisco Morazán la convirtieron las fuerzas de la derecha en los últimos 20 años del siglo XX en una especie de portaviones de EU para contener la revolución centroamericana y hacer la guerra contrainsurgente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Para 2009, acontece el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya y el arribo de los presidentes neoconservadores del Partido Nacional, como Porfirio Lobo (2010-14) y Juan Orlando Hernández (2014-18 y 2018-22), gobiernos derechistas que quedaron como fieles aliados del narcotráfico regional. Ello contribuyó a acelerar la acumulación de fuerzas en el bloque progresista y llevar en 2021 al triunfo electoral de Xiomara Castro, candidata del Partido Libertad y Refundación. Con ello se desarrolló un nuevo curso de la democracia en Honduras, en particular cuando asumió por primera vez una mujer la presidencia de esa nación, proponiendo un socialismo democrático.

En ese contexto arribó a la presidencia de Chile el ex dirigente estudiantil Gabriel Boric (11/3/22), tras triunfar en los comicios del 19/12/21, con casi 56 por ciento de los votos para el candidato de Apruebo Dignidad. Él alcanzó la mayor cifra de sufragios de un candidato presidencial chileno. La victoria de Boric, también reflejó el sentir de la mayoría de la juventud, al contar con el mandatario más joven (36 años) en la historia del país austral. Primera magistratura que quedó en manos de las fuerzas de las izquierdas chilenas, ampliando así el horizonte de la segunda ola progresista latinoamericana y caribeña.

Colombia, país tradicionalmente gobernado por partidos de derechas, celebró elecciones presidenciales el 29 de mayo. Con más de 51 millones de habitantes, tuvieron derecho a votar más de 38.5 millones de ciudadanos. En la segunda vuelta (19/6) obtuvo la victoria Gustavo Petro, el candidato del Pacto Histórico. Acontecimiento trascendental con el triunfo del ex militante de la guerrilla colombiana (Movimiento 19 de Abril), que tuvo como compañera de fórmula a la vicepresidencia a Francia Márquez Mina (dirigente popular afrodescendiente). La candidatura de Petro representó la lucha contra la creciente corrupción de la hegemonía neoconservadora, así como la reivindicación contra la falta de empleo, la atención a la salud, la inseguridad ciudadana, la educación para los sectores marginados, en especial los jóvenes económicamente más deprimidos y los más vulnerables, como los ancianos y las comunidades indígenas y afrodescendientes, entre otros puntos de la agenda.

El candidato de las izquierdas colombianas asumió la presidencia (7/8) en un hecho político más que trascendental al ser considerado el país más conservador de AL.

Brasil, gobernado por el ultraderechista Jair Bolsonaro, efectuó elecciones generales (2/10) entre 156 millones de electores. Su rival en esa primera ronda, fue el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fundador y principal dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) y ex mandatario por dos periodos. De acuerdo con las condiciones y la correlación de fuerzas políticas el candidato de las izquierdas era el más viable triunfador pese a las campañas mediáticas. Lula fue sin duda el político que logró conjuntar las mejores condiciones para la victoria de las corrientes progresistas y de los sectores populares y medios brasileños, como aconteció durante la segunda ronda de los comicios (30/10), en los cuales obtuvo casi 51 por ciento de los votos (60 millones). Triunfo de los partidos progresistas brasileños a pesar de la prisión del ex dirigente sindical desde el 4 de marzo de 2016 acusado por medio del operativo Lava Jato, montado con una falsa acusación de corrupción encabezada por el juez Sergio Moro, ex ministro de Justicia y Seguridad Pública con el gobierno de Bolsonaro. Con el inicio de la tercera presidencia de Lula (1º/1/23) se reforzará el constante ascenso de la segunda ola de las fuerzas de las izquierdas en América Latina y el Caribe.

Pero la gran preocupación de las derechas regionales es el vertiginoso nuevo ascenso de las corrientes progresistas latinoamericanas. Espacios políticos donde gobiernan las izquierdas, como en México con el presidente Andrés Manuel López Obrador; con Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce Cotacora en Bolivia, y los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, a los que se suman los mandatarios del Caribe, como el de Dominica y San Vicente y las Granadinas entre otros de esa región caribeña, que hacen constar el avance y consolidación del bloque progresista latinoamericano.

Esta segunda ola progresista alentó a recuperar espacios de poder a las derechas para intentar debilitar las hegemonías progresistas en la región con el beneplácito de la Casa Blanca. Todo ese escenario se desarrolló en un contexto donde la cruenta guerra alentada por Washington contra Rusia en Ucrania, empujó a las oligarquías nacionales, para ejecutar un nuevo golpe blando, tal como el que se ejerció en Perú contra el presidente Pedro Castillo Terrones (7/11), generando una cruenta represión que dejó un saldo de más de 27 asesinatos de los opositores a ese golpe de Estado en el país andino. Las fuerzas de las derechas regionales tienen hoy sus principales activos en los medios de comunicación privados y en los congresos dominados por los partidos de las derechas políticas, los cuales en casi todos los países de la región han lanzado ofensivas mediáticas para alentar la desestabilización. El modelo del golpe blando sin duda es transitorio, como ocurrió en 2009 en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya; en 2012 en Paraguay contra el presidente Fernando Lugo; en Brasil contra la mandataria Dilma Rousseff en 2016 y ahora en 2022 en Perú contra Castillo Terrones. Sin duda, el constante avance de las fuerzas progresistas es lo que da un nuevo curso a la dinámica democrática a corto y mediano plazos, escollo difícil de librar para las fuerzas conservadoras que numéricamente son las minorías en nuestra América.

* Profesor del Programa de Posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM

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